Aventuras con el kayak
Mi historia con el kayak comenzó cuando tenía 14 años, en el Club Atss, donde hice mi primer curso. Desde entonces, no he dejado de practicar este deporte, tanto en competición como impartiendo clases y organizando actividades. Lo que al principio fue una simple atracción hacia el mar y la naturaleza terminó convirtiéndose en una auténtica pasión, lo suficientemente fuerte como para dejar los estudios y dedicarme de lleno a lo que más me gustaba.
A nivel de competición, tuve la suerte de formar parte del equipo nacional, compitiendo en el Mundial de descenso en 1987 y en los Mundiales y la Copa del Mundo de slalom en 1989. Después de esa etapa, fundé una empresa de rafting en el Pirineo, donde estuve hasta 2007, año en el que decidí enfocarme exclusivamente en Carockayaks. Fue durante esos años cuando también tuve la fortuna de viajar y formar parte de expediciones de kayak por lugares increíbles como Nepal, Chile y Estados Unidos, una experiencia que sigo disfrutando cada año.

Un día, mientras revisaba viejos álbumes familiares, encontré una foto que me sorprendió. Era mi madre, allá por 1965, con sus amigas en un kayak. No es que fuera algo extraordinario, pero esa foto cambió la historia que conocíamos sobre el origen de esta afición familiar. Siempre pensamos que nuestra pasión por el deporte venía de mi padre, que era pelotari de pala corta como delantero. Pero ahí estaba esa foto, demostrando que mi madre también dejó una huella importante.
Mi hermano Xabi fue siempre el mejor deportista de la familia. De pequeño destacaba en todo, pero a los diez años le diagnosticaron un desgaste de cadera, lo que le limitó la movilidad por varios años. Aun así, no dejó de moverse, ni siquiera de jugar al fútbol. Un verano, nos apuntamos juntos a unos cursos de piragua, y nos gustó tanto que nos ofrecieron seguir entrenando en invierno para formar parte del equipo del Atletiko San Sebastián. Una decisión inocente que acabaría marcando nuestras vidas.

Empezamos entrenando en el mar, pero pronto nos mudamos a las aguas bravas del río Bidasoa. Poco a poco nos fuimos involucrando en la competición hasta lograr entrar en el equipo nacional. Viajamos por toda Europa y tuvimos la suerte de participar en el mítico Mundial de Savage River en 1989, donde vimos a leyendas como Richard Fox y John Lugbill en acción. Ese mismo año, nuestros caminos tomaron direcciones diferentes: mientras Xabi se volcaba de lleno en la competición, yo comencé la aventura de montar una escuela de kayak y rafting.

Mi hermano siguió compitiendo y llegó a participar en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, y en las siguientes tres ediciones olímpicas. No lo tuvo fácil compitiendo contra palistas de naciones con una gran tradición en el slalom, pero de cada carrera aprendió algo nuevo. Este conocimiento le sirvió para convertirse en un gran entrenador después de retirarse.
De hecho, uno de los palistas que comenzó bajo su tutela fue Maialen Chourraut. Desde el principio tuvieron una relación muy cercana, que terminó en matrimonio. Maialen, con su increíble talento, hizo historia en Londres y Río, y podemos decir con orgullo que es la kayakista más destacada de nuestra familia. Aún seguimos esa racha familiar: recientemente, hemos añadido una nueva página al libro de nuestra historia con la medalla de bronce en Slalom en París 2024, ¡otro gran logro que nos llena de orgullo!

Yo continué con la escuela de kayak, lo que me permitió viajar y formar parte de expediciones de kayak a Nepal, Chile y muchos otros destinos. Es un tipo de vida en la que mezclas afición y trabajo. Puede ser muy intensa y exigir mucha dedicación pero a mí me ha traído grandes satisfacciones.

Pero hablar de la familia es hablar de muchas personas. De mi hermana que también practica el kayak pero que una diferencia generacional nos ha alejado de la práctica en común. De mis sobrinos, los que se inician y los que consiguen medalla en Paris 2024. Y por supuesto de todos aquellos hermanos y hermanas que andan con sus kayaks por ahí…
